El último toro de la tarde ha doblado

Por María del Rosario Muñoz Villegas

El toro es el gran protagonista del espectáculo. La plaza de toros se adorna con la afición que espera ansiosa la salida de los toreros en sus trajes de luces enfrentándose a los encastados de casi 500 kilos. La ciudad se viste de feria, de feria taurina. Cerca de 15.000 personas asisten a cada corrida ofrecida en la Plaza de Toros de Manizales. En las afueras de la plaza vendedores ambulantes, revendedores de boletería, policía, aficionados y antitaurinos.

Sacos de arena en el lomo, vaselina en los ojos, electricidad en los testículos, mutilaciones, drogas y oscuridad veinticuatro horas antes de la corrida. Estos y muchos otros son tormentos y maltratos que padece un toro de lidia. Según los respetados anti taurinos. El toro es un animal genéticamente capacitado para soportar la lidia, su peso y fuerza triplica la del ser humano, entonces, ¿qué tan probable es que una persona de escasos setenta kilos se enfrente al astado para realizar este tipo actividades? Seguramente quien se enfrente al animal no saldría vivo del cajón donde este está encerrado.

El redondel está preparado para recibir a sus visitantes, las condiciones de humedad deben ser exactas, no muy seco porque se concentraría mucho polvo en el aire, ni muy húmedo para evitar que el toro o el torero resbalen. La banda está a disposición para deleitar cada faena que así lo merezca, los aficionados preparan su crítica, los toros dan su último aliento de vida en los toriles y los toreros lanzan la última plegaria a la Virgen de la Macarena, su patrona. El reconocido pasodoble ´Feria de Manizales´ da inicio a la tarde y con ella el paseíllo o saludo de los participantes de la corrida, toreros, subalternos, picadores, banderilleros y monosabios.

El primer encastado de la tarde pisa las arenas de la plaza y resuena en todo el recinto un grito de ´oleeee´ apasionado y vigoroso. El nombre que servirá de referencia para nuestro toro será Flamenco. Flamenco entonces, sale de los toriles con tal velocidad y fuerza que es imposible que veinticuatro horas antes haya tenido colgado sobre su lomo sacos llenos de arena, si esto fuera así, el animal no tendría la fuerza para rematar en burladeros o correr como bien lo hace. Sus ojos negros y brillantes no pierden oportunidad para seguir al capote y los movimientos del torero, otro mito revelado, ya que la vaselina en los ojos no les permitiría ver. Como decíamos anteriormente es inviable que un ser humano entre en el mismo cajón con un animal salvaje a realizar estas prácticas y este salga con vida.

Si bien es cierto que el máximo nivel de estrés que padecen los toros es en el transporte, pues es cierto también que se recuperan una vez llegan a los corrales de la plaza de toros. Según las mediciones de cortisol, la hormona que regula el estrés, el toro se estresa en el transporte aún más que su propia lidia, ya que libera aproximadamente 45 mg/ml de cortisol, mientras que en la lidia los niveles son de más o menos 35 mg/ml. En la etapa del transporte los animales pueden perder mucho peso y pueden deshidratarse por orinar y defecar excesivamente, sin embargo, este peso es recuperado al beber agua pura en las Los toros no pueden ser drogados, mutilados ni maltratados antes de salir al ruedo. La razón es muy simple, tanto ganaderos, como toreros y aficionados necesitan y exigen toros enteros y lo que resulta casi obvio, toros bravos; un toro débil no sirve, no deleita. Ahí radica gran parte de la pasión de la tauromaquia, que un hombre se enfrente directamente, cuerpo a cuerpo, dotado de un capote o una muleta y una espada a un animal de 500 kilos con dos pitones y tres veces su fuerza.

Nuestro astado Flamenco es recibido a portagayola, el torero se encuentra de rodillas ante la puerta de toriles con el capote como única barrera entre él y su ídolo, el toro. Flamenco sale rápidamente y responde el saludo que el diestro le ofrece, embistiendo decidido el rosado y amarillo del capote. Algunas Verónicas y otras Lopecinas para conocer al toro, para enseñarle un poco a embestir. El toro es lidiado a los cuatro o cinco años de edad, en este lapso se mantiene un manejo muy adecuado del mismo, el toro no es molestado y vive en total tranquilidad.

El primer tercio de la corrida, tercio de capas ha finalizado. A continuación el tercio de varas, comprendido por la pica y tres pares de banderillas. Flamenco mira fijamente a la afición que está atenta en el porte, la casta y la belleza del animal, mientras por la puerta grande entran dos caballos direccionados por sus jinetes. Estos caballos están protegidos ante las amenazas del toro, gran parte de la tarea de los picadores es defender el caballo, además de enterrar la puya al toro en el morrillo, para que este pierda un poco de fuerza. El caballo picador tiene un peto y varias capas protectoras por debajo de este para evitar las cornadas de los toros. La puya debe ser enterrada con una mano para que con la otra el jinete pueda maniobrar correctamente a su caballo. Mientras Flamenco se concentra en los tendidos de la plaza, los dos caballos se acomodan reglamentariamente, uno en la puerta de cuadrillas y otro en un lugar previamente delimitado, Flamenco emprende su batalla contra el caballo y se acerca con fuerza a sus costillas, el picador entierra la puya y defiende al animal de los pitones y la fuerza del encastado. El caballo picador sí está expuesto a algunos peligros al enfrentarse al toro, sin embargo, tanto el jinete como subalternos y demás personas que tienen permitido entrar al ruedo están el pendiente de los animales en caso que necesiten ayuda.

Tres pares de banderillas son puestas correctamente en lo alto de morrillo y muy cerca unas de otras, Flamenco se retuerce y mueve un poco la cabeza por el cuerpo que extraño que ahora lo posee, pierde un poco de sangre con al fin de descongestionar el sistema vascular y circulatorio, ya que por la actividad física que ha realizado y a la que no está acostumbrado podría sufrir de un infarto. Con el tercer par de banderillas se da por terminado el tercio de varas.

Un hombre alto y delgado que viste un traje de luces y lleva en sus manos una muleta saluda el presidente de la plaza y su público que lo aclama y ovaciona. Lanza hacia atrás la montera esperando un buen presagio, la montera cae justo como él espera y la plaza enloquece. Cautelosa y lentamente el diestro se acerca a Flamenco mostrándole la muleta el toro corre hacia él y el torero con unos derechazos lo esquiva ágilmente, el astado pasa tan cerca de su cuerpo que el traje se impregna con su sangre y tras unos doblones y otros redondos, con el fin de llevarlo a los medios del ruedo la banda toca algunos pasodobles para deleitar la faena del último de la tarde.

El torero está de pie frente al toro, se miran por última vez fijamente a los ojos y la conexión entre hombre y animal se hace más fuerte. El toro respira agitado, la afición está en un silencio casi sepulcral y todos los ojos de la plaza están puestos en el rey de la fiesta brava, el toro. Hay quienes dicen que nunca se debe dejar de mirar y contemplar al toro, sí hay que ver al torero, pero sin perder de vista al animal. Con un clamor de victoria el matador da algunos pasos que acercan la espada a la carne del astado y la penetra firmemente. Flamenco va perdiendo su fuerza, se nota muy mareado y busca las tablas para morir, recuesta sus 500 kilos en la arena mira con nobleza el lugar, sus ojos son brillantes pero ya están cansados, los fuertes músculos que salieron de los toriles ahora son un poco más débiles y el color negro brillante de su pelaje ahora pinta rojo por la sangre, da un último respiro hondo, un suave quejido, un último aliento y se despide con honores. El silencio de la plaza se rompe despidiendo al toro que es arrastrado por dos caballos, mientras su matador levanta los brazos y recibe los aplausos de la afición.

El último de la tarde ha doblado.

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